domingo, 17 de febrero de 2008

Hermanas de Sangre IV

Caminaban casi a oscuras por un sendero angosto y escarpado. Alguna dijo que deberían dar la vuelta, pero hasta aquello era difícil ahora. Estaban cansadas y sólo querían volver a la cabaña, al calor del fuego de la chimenea. Quedaba poco para llegar al final del acantilado que bordeaba el río. Pero el cansancio hizo mella en Graciela, que llevaba la delantera. Resbaló y se precipitó hacia el borde. Helena fue la primera en reaccionar. Se soltó de su agarre y se abalanzó al suelo para sujetar la mano de su mejor amiga. Freya se agachó enseguida, pero con cautela, intentando apoyarse con la suficiente seguridad como para subir a ambas de nuevo al camino. Entre las dos, consiguieron levantar a Graciela y asentarla junto a la fría pared de piedra. Respiraba con dificultad y temblaba por la impresión. Las tres jadeaban sonoramente.

- Ha estado cerca- murmuró Helena-. No vuelvas a darme un susto así.

- Lo siento- Graciela bajó la cabeza, avergonzada-. Si no hubiera sido por ti...

- Sabes que nunca dejaría que te pasara nada.

Se miraron con ternura. Freya apartó la vista. Había aprendido a dominar sus celos a duras penas. La relación entre Helena y Graciela era demasiado estrecha como para sentirse a salvo. Sabía de sobra que en el momento en que Graciela lo desease, Helena correría a tumbarse a sus pies.

- Sigamos adelante- propuso Helena tras un breve descanso-. Tengo tantas ganas de llegar a casa...

Comenzaron a andar de nuevo, pero un grito las hizo volverse. Parte del suelo había cedido, arrastrando a Helena con él. Freya estaba demasiado lejos para reaccionar a tiempo. Graciela saltó de inmediato a dar la mano a su amiga, pero Helena pesaba más de lo que ella podía soportar.

- Aguanta, cielo- susurró Graciela haciendo un esfuerzo-. ¡Freya, por dios, ayúdame!

La tierra continuaba cayendo, cada vez en mayor cantidad... Pronto Ambas se verían arrastradas si no hacían algo rápido. Helena miró a los desesperados ojos de Graciela y sonrió con una expresión mezcla de ternura y dolor.

- No voy a dejar que te pase nada, cariño.

- ¿Qué estás diciendo?- volvió la cara, abrumada por las palabras de su amiga- ¡Freya!

- Te quiero.

Y Helena soltó la mano que la sujetaba, precipitándose al vacío.

- ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!


Graciela despertó empapada en sudor. Javier la miraba desde el otro lado de la cama, asustado y consternado. Suspiró cuando la vio abrir los ojos y trató de acariciarle la espalda. Pero ella se apartó bruscamente, como un animal herido.

- ¡Déjame!

Mientras ella se vestía él permaneció inmóvil. Nunca la había visto así y empezaba a asustarse. Él no era un hombre de acción, ni siquiera de palabras. Se había quedado en blanco y ya no sabía qué hacer para consolarla. Así que la dejó marchar a las 4 de la madrugada, frustrado por su propia impotencia.


(Bueno... Empezamos a definir caracteres... Va a ser difícil que no los dualicemos... A ver qué tal se nos da ;) )

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guau,solo hay una palabra: Increibles, chicas. Seguid cuando podais es genial.

Anónimo dijo...

Y???... COMO SIGUE??? ME ENCANTA ESTA HISTORIA!!! SIGAN ASI CHICAS!!! LORENA DE MENDOZA - ARGENTINA